¿Saben qué me gusta de las películas, series o libros apocalípticos o catastróficos? Vislumbrar un poco la reacción que tendrían las sociedades -las personas pues- si se acabara el mundo.
Me encantó la manera en la que José Saramago expone
Me encantó la manera en la que José Saramago expone
a una sociedad en la que todo mundo queda ciego de repente en Ensayo sobre la Ceguera; todo es caos y el "orden" sólo se impone cuando el tipo más gandalla abusa de los demás.
Y qué tal en cintas como 'The Happening' -feamente llamada El Fin de los Tiempos en español- del director de Sexto Sentido, M. Night Shyamalan. En la que las personas se infectan de algo en el aire que les provoca perder la razón y suicidarse.
Miedo
¿Alguna vez se han preguntado qué pasaría si el mundo se acabara de un momento a otro? ¿Si un día los noticiarios nos informaran de un suceso irreversible que acabaría con la vida de todos?
Una pregunta más acertada sería: ¿Por qué valdría la pena vivir esos últimos breves momentos?
Lo raro de todo esto - y aquí si me pondré medio filosófico - es que si todos estamos condenados a morir, a padecer esa apocalipsis personal, lo lógico sería que estuviéramos viviendo al máximo con eso que tenemos, ¿no? Pero no sucede.
No, no me estoy clavando sólo en rollos de superación personal de "vive el momento" y esas cosas. Sino en grandes preguntas que algunos filósofos clavados como Friedrich Nietzsche o psiquiatras como Eric Berne se plantearon alguna vez. ¿Qué nos impide vivir realmente? ¿A quién obedecemos?
Como con Saramago, tuve la fortuna de entrevistar alguna vez a M. Night Shyamalan. Es un hombre con una personalidad firme, que casi no gesticula pero que cuando lo hace lleva un compás lento, como si hablara en cámara lenta: pestañea lento, mueve los labios aletargadamente, sonríe del mismo modo.
En aquélla charla, en la que participaron dos compañeros más de prensa, el cineasta nos hablaba de lo difícil que era hacer cine como el suyo en Estados Unidos pues la gente en ese país suele estar inmersa en el consumismo habitual, le cuesta trabajo ver fórmulas distintas y entender que el cine no sólo divierte, sino que en ciertos casos es una representación de muchas realidades profundas.
Con La Aldea, por ejemplo, él narró la vida de un pueblo que aparentemente vive en el siglo 19, cuyos habitantes temen a criaturas del bosque; lo que no saben es que en realidad viven en el siglo 21 y esos "monstruos" sólo son creaciones de otros aldeanos para que ningún joven pretenda salir de ese mundo. Para que nadie sea libre y sepa la verdad.
Su película representa una crítica ácida al gobierno de Bush y la manera en la que controló a los jóvenes con "temores infundados" y patriotismo barato para inducirlos a una guerra sin sentido.
¿Y a nosotros quién nos ha inducido? ¿Quién nos inventó "monstruos"? ¿Quién nos ha influenciado a ver la vida como la vemos? ¿Para preocuparnos por lo que nos preocupamos? ¿Para sentirnos mal por lo que no tenemos, por ejemplo?
Hace unos días les decía que hay que cuestionar siempre a los medios (¿qué venden los medios?) y creo que lo mismo aplica hacia nuestra persona.
Sí todos tenemos un apocalipsis personal, ¿vale la pena cruzar la ciudad dos horas de nuestra vida diaria, entregarse a un trabajo que no nos gusta durante años y "gozar" de placeres simples como atascarnos de comida o alcohol? ¿Vale la pena humillarnos por alguien a quien no le importamos?
¿O es que hay algo más trascendente que podemos darnos?
Ya sé que a muchos les viene bien la idea de Dios y el más allá, y la recompensa en otro mundo mejor que éste; ¿pero si no fuera cierto?, nomás así como suposición. ¿Qué estamos haciendo hoy con nuestro tiempo antes del fin del mundo?
Esa repuesta debería de ser simple: Vivir el presente. Quitar telarañas que no nos llevan a ningún lado y trascender en cada respiro. Hacer lo que nos apasiona, no siempre, no todo el día, pero hacerlo.
Como colofón: No me gusta una reforma laboral que pretende posicionarnos como potencia laboral (y competir con los chinos) por el hecho de que la gente no nace para mal trabajar toda su vida y hacer más ricos a los ricos. La gente nace para vivir la vida y el trabajo es, o debe de ser, una forma accesible de lograr ese objetivo, no al revés.
Y qué tal en cintas como 'The Happening' -feamente llamada El Fin de los Tiempos en español- del director de Sexto Sentido, M. Night Shyamalan. En la que las personas se infectan de algo en el aire que les provoca perder la razón y suicidarse.
Miedo
¿Alguna vez se han preguntado qué pasaría si el mundo se acabara de un momento a otro? ¿Si un día los noticiarios nos informaran de un suceso irreversible que acabaría con la vida de todos?
Una pregunta más acertada sería: ¿Por qué valdría la pena vivir esos últimos breves momentos?
Lo raro de todo esto - y aquí si me pondré medio filosófico - es que si todos estamos condenados a morir, a padecer esa apocalipsis personal, lo lógico sería que estuviéramos viviendo al máximo con eso que tenemos, ¿no? Pero no sucede.
No, no me estoy clavando sólo en rollos de superación personal de "vive el momento" y esas cosas. Sino en grandes preguntas que algunos filósofos clavados como Friedrich Nietzsche o psiquiatras como Eric Berne se plantearon alguna vez. ¿Qué nos impide vivir realmente? ¿A quién obedecemos?
Como con Saramago, tuve la fortuna de entrevistar alguna vez a M. Night Shyamalan. Es un hombre con una personalidad firme, que casi no gesticula pero que cuando lo hace lleva un compás lento, como si hablara en cámara lenta: pestañea lento, mueve los labios aletargadamente, sonríe del mismo modo.
En aquélla charla, en la que participaron dos compañeros más de prensa, el cineasta nos hablaba de lo difícil que era hacer cine como el suyo en Estados Unidos pues la gente en ese país suele estar inmersa en el consumismo habitual, le cuesta trabajo ver fórmulas distintas y entender que el cine no sólo divierte, sino que en ciertos casos es una representación de muchas realidades profundas.
Con La Aldea, por ejemplo, él narró la vida de un pueblo que aparentemente vive en el siglo 19, cuyos habitantes temen a criaturas del bosque; lo que no saben es que en realidad viven en el siglo 21 y esos "monstruos" sólo son creaciones de otros aldeanos para que ningún joven pretenda salir de ese mundo. Para que nadie sea libre y sepa la verdad.
Su película representa una crítica ácida al gobierno de Bush y la manera en la que controló a los jóvenes con "temores infundados" y patriotismo barato para inducirlos a una guerra sin sentido.
¿Y a nosotros quién nos ha inducido? ¿Quién nos inventó "monstruos"? ¿Quién nos ha influenciado a ver la vida como la vemos? ¿Para preocuparnos por lo que nos preocupamos? ¿Para sentirnos mal por lo que no tenemos, por ejemplo?
Hace unos días les decía que hay que cuestionar siempre a los medios (¿qué venden los medios?) y creo que lo mismo aplica hacia nuestra persona.
Sí todos tenemos un apocalipsis personal, ¿vale la pena cruzar la ciudad dos horas de nuestra vida diaria, entregarse a un trabajo que no nos gusta durante años y "gozar" de placeres simples como atascarnos de comida o alcohol? ¿Vale la pena humillarnos por alguien a quien no le importamos?
¿O es que hay algo más trascendente que podemos darnos?
Ya sé que a muchos les viene bien la idea de Dios y el más allá, y la recompensa en otro mundo mejor que éste; ¿pero si no fuera cierto?, nomás así como suposición. ¿Qué estamos haciendo hoy con nuestro tiempo antes del fin del mundo?
Esa repuesta debería de ser simple: Vivir el presente. Quitar telarañas que no nos llevan a ningún lado y trascender en cada respiro. Hacer lo que nos apasiona, no siempre, no todo el día, pero hacerlo.
Como colofón: No me gusta una reforma laboral que pretende posicionarnos como potencia laboral (y competir con los chinos) por el hecho de que la gente no nace para mal trabajar toda su vida y hacer más ricos a los ricos. La gente nace para vivir la vida y el trabajo es, o debe de ser, una forma accesible de lograr ese objetivo, no al revés.
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