Y amaré el ruido del viento en el trigo…

martes, 8 de febrero de 2011 21:13 Publicado por Jesús Díaz

¿Alguna vez han abierto los ojos y en tan sólo segundos han derramado lágrimas?, ¿de tristeza, dolor, angustia, miedo… estrés? Pues yo sí. Hace no mucho, de hecho, cuando mi vida se tornó en pesadez.

Quienes me conocieron en mi ex trabajo de Reforma, saben que di mucho para no dejarme caer, que intenté siempre estar a la altura de las circunstancias y que, eventualmente, aprendí mucho de esa experiencia; pero que en el proceso me perdí, me olvidé de mí, de mi salud y, lo peor, de sonreír a un nuevo día.

El destino quiso que ese ciclo se acabara como empezó, y que yo renaciera. Entonces, curiosamente, muchos de mis compañeros –que eran mi familia en ese momento-, tomaron la decisión que yo tomé. Hoy ese grupo de amigos que sudábamos el trabajo en Reforma está desintegrado.

Lo primero que hice fue planear el paso que vendría, no sabía si iba a ser bueno o no, pero me emocionaba la idea de reencontrarme conmigo mismo y de conocer nuevas personas. Todo era incertidumbre hasta que tuve frente a mí una gran respuesta.

Esa respuesta fue una oportunidad de trabajo justo cuando menos lo necesitaba: Tenía algo de dinero de mi anterior empleo y lo que menos deseaba era repetir un error similar; pero la idea me pareció atractiva por un hecho: Podría hacer lo que me gusta en un ambiente más tranquilo y, sobre todo, con tiempo para reencontrarme.

Aún así, cuando tomé la oferta, nunca imaginé lo que vendría. El quinto piso de Notmusa me recibió una mañana con personas que hoy no trabajan ahí, una chica diseñadora llamada Paulette (justo cuando las noticias hablaban de la desaparición de una chica con el mismo nombre), y una compañera llamada Nancy. Recuerdo que la primera derramó el café en su escritorio, y mientras lo limpiaban, pensaba en lo que significaría esta etapa en mi vida. En la segunda chica, encontré a una de las personas más afines a mí, al final de cuentas, somos de la misma edad. Pero también, otras cosas: sonrisas, bromas, un mood más relax dentro de un trabajo, lo que contrastaba radicalmente con lo que acababa de vivir (padecer de hecho).

La primera junta, en la que Angie, mi nueva editora, me presentó a mis compañeros, fue muy curiosa. Recuerdo que Nancy y Eric (ambos ex reporteros que estrenaban un nuevo puesto), dieron un informe de las entrevistas que habían hecho (“pendientes” que tenían), y mi nueva jefa dijo: “Esas ya no entran, bórrenlas”. Estoy seguro que nadie me vio, pero abrí los ojos como tecolote. Eso no estaba permitido en Reforma, ahí todo entra, sirve y ex perfectible.

No sé si di todo lo que tenía, pero disfruté mucho el poder desarrollar mi creatividad y proponer nuevas ideas, que emergían de una etapa muy intensa en la que no podía dejar cabos sueltos: aquí, en un lugar más relajado, todos esos conocimientos (aprendidos desde mi sufrimiento) eran para beneficio de mi nueva empresa.

Pero no fue lo único, sino lo primero. Conocí nuevas personas, chicas reales con quien platicar de cualquier tema, con quien divertirse, dejarse ir. Y por un momento, increíble e incrédulamente, llegué a pensar que mi pasado inmediato había sido sólo una pesadilla. Las risas y, por qué no, la beldad de la feminidad me hizo olvidar cualquier trago amargo.

Y me levanté. Volví a sonreír y a ser yo. Mientras llegaba a mi lugar y veía en mi monitor un post con una leyenda divertida como: “Vas a morir, Atte: Anónimo”, o: “Bachos Panqueso”. Pensaba que era un mundo tan ingenuo, tan distinto. Sí, sonreí.

De Nancy aprendí que los valores no están peleados con la diversión, sino al contrario. Y que la lealtad es algo que pocos ostentan, ella no sólo es leal, sino un ser humano brillante y valioso. De Angie, que se puede ser jefe y niño a la vez, que la vida está llena de sonrisas sin importar tu posición y esa es una de las lecciones más grandes de humildad que he recibido. De Maggie, que hay personas que pueden apasionarse en todo momento, de todo y por todo, que pueden navegar entre la osadía y la delicadeza en lo que es profundo. Es una chica profunda, que igual se rie de algo superfluo y llora de algo profundo, sí, quizá no lo sepa, pero fue la que más lloró, pero esas tres veces que sucedió Maggie, son lo mejor que me llevo de ese lugar. De Faby, que pese a que todos tenemos una careta para enfrentar la vida, siempre hay algo más profundo acechando, sigiloso. Que la vida puede ser más apasionante de lo que parece, eso es algo en lo que siempre he creído, así que fue increíble verlo en la piel de otra persona. De Edna, que uno nunca deja de ser peque, bromista y sensible, y que la “ingenuidad” tiende a ser le modo más “sexy” de proyectarse en la vida. De Ale, que la vida son muchas vidas, y cada una tiene un sentido igual de apasionado, se puede ser uno mismo dentro de muchos mundos. De Oscar, que cada cual tiene sus sueños, y que aunque estos parezcan recelosos o ajenos, son más seguros porque saben su camino. De Pau, que no importan las diferencias, uno siempre es más valioso que el resto cuando desarrolla la capacidad de ser humilde, se es humilde desde la diferencia. De Adriana, que una risa siempre se escapa dentro de las caretas, tan inaccesibles como atractivas. De Chío, que no hay que ser como los demás para sentirse aceptada, se es especial cuando se es única, ella es única. De David, que la amistad existe, que es muy chingón, mucho, ser hombre y tener un brother de verdad. De Eric, que eventualmente uno consigue lo que busca, y que el resultado, a veces, es mucho más importante para algunos.

¿Por qué hacer este recuento?, porque hoy fue mi último día de trabajo en este lugar. Y agradezco a todos y a la vida que, gracias a ustedes, volví a ser yo. Es lindo abrir los ojos y sonreir. Hoy, como dice en alguna parte el cuento de “El Principito”, me siento un poco “domesticado”, y eso irremediablemente, me trae una especie de melancolía al pecho. Pero el trigo tiene un color peculiar. ¡Gracias por eso!

“¿Ves allá abajo los campos de trigo? Yo no como pan y por lo tanto el trigo es para mí algo inútil. Los campos de trigo no me recuerdan nada y eso me pone triste. ¡Pero tú tienes los cabellos dorados y será algo maravilloso cuando me domestiques! El trigo, que es dorado también, será un recuerdo de ti. Y amaré el ruido del viento en el trigo.

1 Response to "Y amaré el ruido del viento en el trigo…"

  1. Maggie Says:

    Puedes sumarle una más a esas tres... Me dejas con nudito en la gargante porque te llegué a querer mucho en poco tiempo sin importar las equivocaciones (o no) temporales y espaciales. Es bueno saber que te vas bien, sonriendo y crecido. Bachos, Panqueso :) Won't be the last ones, I'm sure!

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