Le Rêve, Le Cauchemar

Son las 5:00 de la mañana, aún puedo escuchar los latidos de mi corazón y la bocanada…esa que siguió al breve sonido que me hizo despertar.
¡Qué raro sueño!
…Estaba en un lugar muy extraño, un mundo en el que las personas se cuidaban unos de otros. La mejor persona –eso es lo interesante- era la de los mejores falsos trucos.
Yo era uno de los trapecistas que se convertía a veces en payaso, y, en otras, en presentador de circo: la idea era dar vueltas, brincar más alto que cualquiera o hacer reír, pero, ¿para qué?
Tras hacerlo una y otra vez (yo nunca ganaba del todo), aún con la victoria el mundo comenzaba a tornarse grisáceo, otras veces rojo y amarillo. Mi rostro (bajo el maquillaje) se llenaba de tristeza, mi cuerpo (bajo el traje) se debilitaba y mi alma (Dios, mi alma) se desvanecía.
Esa imagen difusa de lo que soy me lastimó hasta el fondo, porque esos que me veían (los dueños del circo) no advertían lo que no me cabía, cómo con cada bocanada, con cada amanecer, con cada caricia, me sentía vivo…
Mi ventana está sucia, debería limpiarla. Hace frío (por la hora) pero no me importa.
¿De qué color es el cielo cuando amanece?, es anaranjado, y rojo, y amarillo... y esas las aves que vuelan dispares, ¿qué tamaño tienen?…
Ah, la vida...
Hace unas horas que dejé ese ese sueño, ese gran sueño que tornó en pesadilla. Y hoy estoy feliz, como en mucho tiempo, dentro de esta noche oscura, no me había sentido.
No importa, ahora lo sé, no importa si no se hace reír a la gente, uno está aquí por algo más trascendente.
Como esta lágrima que siento.
Y esa felicidad y tranquilidad que me permite ver cada detalle de ese cielo sin preocupaciones y pensar en todo lo que quiero sentir hoy. Lo que quiero leer, probar y tocar hoy.
Pienso en ti, bella trapecista, en la hora en la que llegarás a ese tu lugar, también pienso en ella, en su charla mientras se ahogaba en un mundo que no era el suyo, y en él, en esa mente brillante que merece más de lo que posee.
Todos despiertan, supongo, algunos tardan 10 años, otros 15, otros lo advierten hasta el último suspiro.
¿Cómo es ese último suspiro? El mío, afortunadamente, fue la bocanada que me dio un respiro más hacia una fría mañana…
…son las 6:00, aún puedo escuchar los latidos de mi corazón y la bocanada...
¿Tú?

lunes, 15 de febrero de 2010 21:30 Publicado por Jesús Díaz 0 comentarios
Bonjour étranger!

A veces me gusta pensar en las casualidades... o mejor aún, en que no hay casualidades.... En las miles de coincidencias que suceden antes de un encuentro, en ese segundo que te pone en un lugar, con una persona...
Este video va dedicado a "esa" casualidad que te invita a creer...
Alguna vez me comentaste que el primer libro que tomaste en tu nueva aventura fue "La Muerte de Ivan Illich" -ese que leímos en voz alta-... Alguna vez te comenté que bajé del metro y te vi, muy sonriente, en un anuncio publicitario... A ambos nos dolió esa "casualidad"...
Alguna vez nos topamos (chocamos) en una puerta, ¿recuerdas? (así nos conocimos)
Te dedico estos segundos.


Rayuela, capítulo 7

Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano en tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja.

Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y nuestros ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mi como una luna en el agua.


lunes, 8 de febrero de 2010 18:48 Publicado por Jesús Díaz 0 comentarios
La médecine et de l'espoir

(Imagen. The Sick Child (1907). Edvard Munch)

¿Viene un gran medicamento que puede salvar muchas vidas (o son varios)?

Escuchaba hace unos días en un programa de radio de un nuevo invento de suma importancia en la medicina: se trata de un spray que podría ser aplicado a quienes sufren quemaduras instantes después de haberse producido, su composición haría que las consecuencias sean mínimas y evitaría la muerte (muchas de las muertes por quemaduras se dan a consecuencia de las heridas que además se infectan).
¿Sabían que el promedio de vida de la humanidad (toda la humanidad en su historia) es de 18 años? ¿Se han preguntado qué nos ha hecho vivir ahora hasta más de los 70 años?
Ahora mismo, mientras escribo y ustedes me leen, hay cientos de científicos aportando horas de su vida en algún descubrimiento, y, también hay que decirlo, cientos de miles de personas esperanzadas en esas investigaciones. Personas que ahora mismo lloran en busca de una esperanza, y otras tantas que la encontrarán, que pronto la encontrarán.
Hoy quiero dedicar unas palabras a esa bella disciplina que es la ciencia (en especial la médica) y a quienes fungen como médicos.
Evidentemente los médicos –contrario a lo que muchos parecen creer- no son semidioses, muchos de ellos ni siquiera tienen la mínima cultura general (en mi familia se suele pensar que los médicos son una especie de personas súper estudiadas en casi todos los ámbitos -todavía no sé por qué-, pero no es así). Sin embargo, he tenido la fortuna de conocer a muchos que dedican su vida para dar esperanza a otros (me incluyo entre esos “otros”).
¿Sabrán los médicos lo que significan para los pacientes que tienen enfrente?
Hay un bello cuento escrito por Jorge Luis Borges titulado “El Sur” (1944), no sé si lo han leído. Habla sobre un hombre, llamado Juan Dahlmann, secretario de una biblioteca municipal de Buenos Aires (linda profesión). Un día se golpea la cabeza y debe ser trasladado a una clínica, ahí pasa ocho días esperando la muerte.
El personaje entonces es descrito en un viaje, hacia “el sur”, un viaje épico que concluye en una riña, en la que muere en un duelo a manos de otro hombre. Para Dahlmann es más loable morir en plena lucha que en una clínica (si bien, en realidad muere en la clínica y todo es producto de su imaginación).
Las veces que he tenido la oportunidad de visitar un hospital me ha sugestionado la gente que espera y la que se halla dentro (en alguna habitación), pienso en las miles de conexiones que deben existir entre estas personas, las miles de súplicas, de esperanzas, de despedidas… es como si me encontrase en un campo de batalla, lleno de luchas y esperanzas.
En los velatorios es distinto, ahí sólo hay dolor, o tranquilidad, o ambas. Y muchas veces puedes sentir la paz.
Los nosocomios, en cambio, albergan tantas cosas que suelen ser incómodos. Hay tantos Dahlmann, tantos que preferirían acabar la lucha en un lugar lejano, tantos que la pierden…

“¿Tú no sabes cómo vas a morir, respeta la muerte de los demás?”, me dijo un día una persona cercana, cuando mi padre murió y la respiración no me alcanzaba. Y es cierto...
¿Alguna vez se han preguntado cómo han de morir? ¿en manos de quién han de depositar sus esperanzas?... ¿quién los rescatará de ese trance, quién les dará un minuto más?
Hubo gente que murió por una gripe que hoy puede ser curada con antibióticos, ¿acaso podremos vivir más con un invento que exista cuando seamos viejos y que hoy es imposible de imaginar?

Estoy tomando un curso gratuito on line de la universidad de Yale (se los recomiendo), es sobre psicología. Hay una parte en la que explican la función del cuerpo con respecto al cerebro y, más a fondo, al alma…
No cabe duda que en la literatura (y en la psicología) he encontrado confort a mi alma, hay momentos en que casi no me duele existir y saber que hay tanta belleza en el mundo que deberé dejar ir, hay momentos en que me resigno a eso que aún veo lejano.
… Pero ese cuerpo -cita el profesor de Yale- está infinitamente ligado a mi alma: cuando uno AMA, cuando ingiere alcohol, cuando extraña, cuando llora o tiene frio... cuando este cuerpo (que también soy) llora, cuando se siente mal, mi alma es muy pequeña para comprender tantas cosas. Ahí, para algunos Dios y la ciencia brinda esperanza, los invita a creer.
No hay una disciplina más esperanzadora para el hombre que la medicina (y la ciencia médica).
¿Habrá nacido el que invente la cura de enfermedades crónicas, o cáncer, o VIH…?

HAY QUE SEGUIR CREYENDO…


(A mi hermana, Dra. Jenny Díaz, a mi novia la Dra. América Villaseñor, al Dr. Haroldo Dies y la Dra. Gloria Noriega. A mi abuela Josefina Piña, quien recién perdió su lucha contra el cáncer)