Se le agolpó el clémiso... en el metro



Twitter: @YisusREPORTER

Hace unas semanas me encontré una sui generis “publicidad” en el Metro, se trataba del capitulo 68 de Rayuela, de Julio Cortázar, que alguien colocó en donde comúnmente vemos propaganda política.

Se leía: “Apenas él le amalaba el noema, a ella se le agolpaba el clémiso y caían en hidromurias, en salvajes ambonios, en sustalos exasperantes…”

Lo mejor fue el rostro de los curiosos al leerlo, un texto perdido en un idioma que nadie podía entender, pero que algunos intentaban descifrar.

El texto está escrito en una modalidad de escritura llamada glíquica, en el que ciertas palabras no tienen significado aparente, pero eso permite al lector atribuirle uno personal.

El primer párrafo podría quedar así: “Apenas él le rozaba la piel, a ella se le erizaba el alma y caían en una pasión desbordada, en salvajes caricias, en suspiros profundos…”

Mientras leía ese texto en el Metro pensé que, en nuestro afán por conocer el significado de todo, perdemos la esencia, el origen.

¿Se necesita conocer el significado siempre de las cosas, con todas sus palabras, para entender que existe un sentimiento? ¿Vale la pena, incluso?

Existen miles de manuales sobre “cómo actuar”, hasta “cómo pensar”, yo más bien son partidario de las teorías psicológicas que “te liberan” de algún modo, que te “hacen ver” que tus actitudes no son, en muchos casos, tuyas, sino impuestas por tus antepasados, tus vivencias y tu entorno. Aún así, creo que no todo debe tener una explicación, que uno debe dejar de lado esas ideas cuando has conectado contigo mismo de un modo profundo.

Cortázar refiere en este texto a un encuentro físico entre una pareja de amantes, y es en ese preciso momento cuando, creo, las palabras sobran. Palabras “coherentes”, “con orden”, me refiero, no las locas y desenfrenadas, las que invitan a volar y desnudan el alma.

Trenden so tue, a todos. ;)